Dentro de unos días, las empresas del país, buscando reactivar el comercio, empezarán a anunciar las ofertas y las rebajas con motivo del día de Las Madres. Ofrecerán a buenos precios juegos de comedor, juegos de sala, juegos de cocina, artículos para el hogar. Todo para mamá… Las revistas especializadas, la parte rosa de la prensa dominicana tomarán las tradicionales fotos con sus sonrientes miembros. Las entrevistas y opiniones, serán repetitivas: todos aconsejando y diciendo lo perfecta que es su familia y el ejemplo que son para sus descendientes. El padre y la madre sentados en sillones altos, los hijos a los lados sonrientes y bien vestidos, son inmortalizados por el lente de un periodista gráfico.
Cada año, cuando veo el despliegue que ofrecen los medios, reflexiono y me hago muchas preguntas. En esta oportunidad, me atreví a escribir y comunicar mis viejas reflexiones para compartirlas con mis lectores. Muchas inquietudes me atormentan ¿Cuál es la familia perfecta? ¿Existen familias perfectas? ¿Qué es la perfección? ¿Para qué la perfección? Y después de buscar respuestas, llegué a la hermosa conclusión que la familia más perfecta es aquella que asume la imperfección como su maravilloso designio. No puede existir una familia perfecta, sencillamente, porque no existe un ser humano que sea perfecto.
Lo he dicho otras veces y no me cansaré de repetirlo: la familia es el soporte básico de una sociedad. Es el lugar donde se forjan los valores y se desarrolla y enredan las raíces que cuando creces, alzas vuelo y buscas construir tu propia vida, siempre te llevan al mismo lugar: la infancia, matizada por las enseñanzas y los recuerdos de tus padres y los juegos de niños con tus hermanos y hermanas.
Tuve los mejores padres que una persona puede soñar tener. Pero eran los mejores en su maravillosa imperfección. Papá era un hombre del pueblo, nacido en China continental, que decidió romper con su círculo de pobreza, zarpando a la gran aventura marina. Llegó al país sin saber hacia dónde llegaría. Añoraba, como muchos despavoridos de la vida, llegar a los Estados Unidos, y allí, en la tierra prometida, construir su sueño americano. Por azar y por recomendación de un tío, llegó al Caribe y, aquí, en esta media isla, inició su trayectoria personal. Construyó su familia, y de la mejor manera posible, de la forma más responsable, legó a sus hijos una fortuna inmensa de recuerdos y gratos momentos. Hoy, adulta, sus palabras y su figura acuden a mi memoria cada día. Mi madre, la madre que supo acunar en su vientre a 9 hijos, era una mujer trabajadora, dura, disciplinada y amorosa. Era la que imponía el orden. Juntos se complementaban maravillosamente. Hoy, sus hijos y nietos hemos construido nuestro presente, futuro entonces, con nuestros dramas, amores, desamores, duelos y lazos fraternos; pero, y es lo más importante, hemos sabido mantenernos unidos a pesar de los pesares.
Entonces me pregunto. ¿Qué puede ser más perfecto que la madre que acuna a su hijo por las noches, y presurosa lo prepara para dejarlo con la tía o la madre, para salir a buscarle el pan de cada día? ¿Qué puede ser más perfecto que la devoción de un padre y una madre por un hijo con problemas de limitaciones físicas? ¿Qué mayor perfección existe en la familia uniparental por necesidad o circunstancia, donde los hijos, a pesar de las carencias, se sienten amados? No, no son necesarias las fotos lindas posadas. Ellas no reflejan el drama, los temores y las ansiedades de las familias inmortalizadas en el lente del fotógrafo.
Creo que la perfección solo se logra con el amor y el perdón. No puede existir mayor perfección que el perdón cuando un hijo es acogido con amor por sus padres porque después de haber sucumbido a la tentación del alcohol y las drogas, regresa al camino del hogar en búsqueda de ayuda. Es una verdadera perfección imperfecta, cuando un padre irresponsable decide llegar al seno familiar suplicando volver a ser recibido.
La familia perfecta es aquella que sostiene su verdadero valor en el amor profundo e incondicional. La familia perfecta es aquella que se reconoce limitada por sus propios sueños inconclusos, pero que se sostiene en los lazos de confianza y amor de todos sus miembros. La familia perfecta acepta los problemas de sus hijos como un desafío, como una oportunidad para demostrar el amor y el apoyo.
La familia perfecta es la que reconoce que sus hijos son hijos de la vida. Los padres perfectos son los que acompañan y permiten que tomen sus propias decisiones, aun a sabiendas de que puedan ser equivocadas. La familia perfecta es la que está presente cuando el hijo vuelve a su seno para sufrir juntos las consecuencias de sus opciones. La familia perfecta es la que está cuando debe estar, sin aspavientos ni estridencias. Concluyo entonces, que la familia imperfecta es la que en aparenta ser perfecta.
Deseo terminar estas reflexiones con unas sabias palabras de la Madre Teresa de Calcuta.
"Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo...
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado."
Mu-Kien Sang