Margaret –aquella amiga incondicional de infancia de mi hermana-, Victoria -mi hermana- y yo necesitábamos (empujadas por el hecho primario de no gastar dinero) tener un domingo de bajo perfil lejos de plazas caras y restaurantes esnobistas en la playa o la ciudad. Dándonos cuenta que mi nevera lucia tan desértica como me imagino aparenta una nevera en casa de una anoréxica, llegamos a la conclusión de pasar por Multicentro La Sirena a hacer las compras del súper y luego parar a comer algo asequible (la experiencia me ha enseñado, como buena mercadologa, a no mencionar la palabra barato)
Luego de recorrer los pasillos escogiendo nuestra comida para la semana, vino el dilema típico de tres amigas con hambre: Que vamos a comer?? En realidad la oferta no es muy amplia, mas teniendo en cuenta que no deseaba romper por séptimo día en esta semana la dieta: Pollo Victorina (ni lo pienses!), Pizzarelli (not in italian mood today..)…que tal si comemos un hot dog??. No les tengo que decir que la decisión fue unánime.
Sin pensarlo dos veces nos sentamos, hot dog en la mano derecha, cada una con una Coca Cola, compañera fiel de toda comida rápida (malditos yankees estos, todo lo que se inventan es bueno y hace daño).
El caso es, que mi historia no se basa en como tres chicas se comen un hot dog en medio de un murmullo y calor extremos sino de cómo nos hemos olvidado de compartir: cada una abre su botella 20 onzas para llenar el vaso propio, sin tener en cuenta quizás era preferible compartir una sola, porque de todas formas el resto se iba a perder.
Una vez terminado nuestro almuerzo, se acerca uno de esos niños, que viven de la horrible manía de pedir, poniendo cara de mártires que le rompe el corazón a cualquiera y nos dice: Denme esas sobras….como tengo el defecto/virtud de ser practica, procedí a llenar una sola botella con los restos de la otra, dándome cuenta de que el resultado era una botella llena hasta el cuello –literalmente- de la preciada bebida.
Extremista al fin –recuerden que soy Capricornio, veo el mundo de otro tamaño- me sentí tan culpable de actuar siempre de una manera automáticamente egoísta, de ser parte de una maldita cultura basada en el Yoismo, que ni siquiera me detuve a preguntar si preferían compartir una mísera Coca Cola, en vez de cada quien ensimismarse en la suya…
Estamos tan enfrascados es nuestra persona, que se nos ha olvidado de ofrecer cosas tan pequeñas pero tan significativas de ese amor que muchas veces imploramos pero no demostramos. No se trata de regalar en los días de cumpleaños, o traer obsequios luego de un viaje, comprometiendo quizás nuestro presupuesto y tiempo, ni siquiera es cuestión de abrazar, besar y repetir diez mil veces lo mucho que queremos a alguien…se trata de acciones del día a día, minuto a minuto, de pensar en conjunto antes de actuar individualmente. El día que llegue a poner en practica esta nueva teoría, podré decir que he avanzado un paso.
Luego de recorrer los pasillos escogiendo nuestra comida para la semana, vino el dilema típico de tres amigas con hambre: Que vamos a comer?? En realidad la oferta no es muy amplia, mas teniendo en cuenta que no deseaba romper por séptimo día en esta semana la dieta: Pollo Victorina (ni lo pienses!), Pizzarelli (not in italian mood today..)…que tal si comemos un hot dog??. No les tengo que decir que la decisión fue unánime.
Sin pensarlo dos veces nos sentamos, hot dog en la mano derecha, cada una con una Coca Cola, compañera fiel de toda comida rápida (malditos yankees estos, todo lo que se inventan es bueno y hace daño).
El caso es, que mi historia no se basa en como tres chicas se comen un hot dog en medio de un murmullo y calor extremos sino de cómo nos hemos olvidado de compartir: cada una abre su botella 20 onzas para llenar el vaso propio, sin tener en cuenta quizás era preferible compartir una sola, porque de todas formas el resto se iba a perder.
Una vez terminado nuestro almuerzo, se acerca uno de esos niños, que viven de la horrible manía de pedir, poniendo cara de mártires que le rompe el corazón a cualquiera y nos dice: Denme esas sobras….como tengo el defecto/virtud de ser practica, procedí a llenar una sola botella con los restos de la otra, dándome cuenta de que el resultado era una botella llena hasta el cuello –literalmente- de la preciada bebida.
Extremista al fin –recuerden que soy Capricornio, veo el mundo de otro tamaño- me sentí tan culpable de actuar siempre de una manera automáticamente egoísta, de ser parte de una maldita cultura basada en el Yoismo, que ni siquiera me detuve a preguntar si preferían compartir una mísera Coca Cola, en vez de cada quien ensimismarse en la suya…
Estamos tan enfrascados es nuestra persona, que se nos ha olvidado de ofrecer cosas tan pequeñas pero tan significativas de ese amor que muchas veces imploramos pero no demostramos. No se trata de regalar en los días de cumpleaños, o traer obsequios luego de un viaje, comprometiendo quizás nuestro presupuesto y tiempo, ni siquiera es cuestión de abrazar, besar y repetir diez mil veces lo mucho que queremos a alguien…se trata de acciones del día a día, minuto a minuto, de pensar en conjunto antes de actuar individualmente. El día que llegue a poner en practica esta nueva teoría, podré decir que he avanzado un paso.
2 comentarios:
Increíble como pequeñas cosas nos traen grandes lecciones. Practicaré por mi lado también.
not italian mood? hmmm.... i dont love u... ahhh y consejo, nunca vayas con hambre al supermercado, compras porkerias de mas!
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